Los refrescos son más que un capricho azucarado: suponen un grave riesgo para la salud. Los estadounidenses consumen un promedio de 350 mililitros al día, lo que tiene consecuencias alarmantes: aumento de peso: el exceso de azúcar provoca obesidad y desequilibrios hormonales; daño hepático: su consumo habitual puede contribuir a enfermedades como la cirrosis; caries dental: los ácidos de los refrescos erosionan el esmalte, acelerando la caries; problemas renales: el consumo crónico aumenta el riesgo de cálculos renales.