Con un sofá, un mapa y el amor de mi hermano, fue el viaje cómo sanamos

Todavía recuerdo el día en que me despedí de ese horrible sofá viejo. Era una mañana nublada de otoño, y Bryce ya se había ido a trabajar. Nuestro perro deambulaba por la cocina, y la luz grisácea del salón proyectaba sombras sobre los cojines caídos. Llevaba meses rogándole a Bryce que se deshiciera del sofá. Cada vez, murmuraba: «Sí, pronto», pero nunca lo hacía. Era desconcertante. El sofá, antes azul pálido, se había desteñido a un gris verdoso turbio. Los cojines estaban deformados, los muelles se astillaban y olía a humedad. Esa mañana, llamé a una empresa de transporte. Llegaron al mediodía, observando el sofá decrépito con cierta incredulidad. «¿Solo esto?», preguntó uno. Reí, sintiéndome victoriosa mientras se lo llevaban. La casa se iluminó al instante. Incluso elegí un elegante sofá modular gris que llegaría al día siguiente. Bryce seguramente se sentiría aliviado. Pero esa noche, su reacción me dejó atónita. Se quedó paralizado ante el espacio vacío, con la voz temblorosa. “¿Dónde está el sofá?” “Lo hice retirar”,..READ MORE..