Llamándome cerca, la abuela susurró sus últimas palabras…

En su lecho de muerte, mi abuela me encargó una última tarea: abrir una caja de porcelana que había en el ático después de que ella se fuera. Le prometí que lo haría, pero la vida siguió y me olvidé de ello… hasta la víspera de Navidad, cuando sus palabras volvieron de repente a mi mente. A la mañana siguiente, me apresuré a ir al ático, encontré la caja y la abrí. Dentro había una nota que me llevó a un armario antiguo que ella siempre me había dicho que nunca abriera. Cuando la abrí,

descubrí regalos destinados a cada miembro de la familia: un pañuelo de seda para mi madre, un libro raro para mi padre y dinero para que yo pudiera seguir mis sueños, junto con su preciada colección de libros. Sentí que mi abuela había orquestado una última Navidad con nosotros, a pesar de que ya no estaba. Mientras me preparo para la universidad, me doy cuenta de que su amor y sabiduría siguen guiándome. El legado de mi abuela no está solo en los regalos que dejó, sino en los recuerdos y las lecciones que siguen vivos en mi corazón. Ella me mostró que la vida es un regalo que hay que apreciar.