Los vecinos odiaron el color de mi casa y la pintaron mientras yo no estaba. Me enfurecí y me vengué.

Victoria, una mujer llena de energía de 57 años, regresó a casa tras un viaje de dos semanas y encontró su vibrante casa amarilla repintada de un gris apagado por sus vecinos entrometidos, los Davis. Su difunto esposo la había pintado de amarillo con cariño, convirtiendo el cambio repentino en una ofensa imperdonable. Desde el momento en que los Davis se mudaron, criticaron abiertamente su casa, llamándola chillona y sugiriendo que la repintara de un color más “neutral”. A pesar de sus constantes quejas y sus fallidos intentos de involucrar a las autoridades, Victoria se mantuvo firme. Su alegre casa amarilla simbolizaba recuerdos preciados y se negó a ceder. Pero durante su ausencia, los Davis tomaron cartas en el asunto. Contrataron pintores, afirmando falsamente ser los dueños de la propiedad y falsificando el nombre de Victoria en la orden de trabajo. Los pintores, creyéndose las mentiras de la pareja, terminaron el trabajo de pintura gris de mala calidad. Al descubrir el engaño, Victoria confrontó a la empresa de pintura, que se horrorizó al descubrir la verdad. Con las pruebas en mano, presentó una demanda contra los Davis. A pesar de su audacia al contrademandarla para exigirle un pago, el caso de Victoria estaba claro. El juez declaró a los Davis culpables de fraude y vandalismo, condenándolos a servicio comunitario y ordenándoles restaurar su casa a su color amarillo original, cubriendo todos los gastos. Afuera de la sala, la Sra. Davis comentó con amargura: «Espero que estés feliz». Victoria sonrió triunfante. «Lo estaré cuando mi casa vuelva a ser amarilla». Hecha justicia, Victoria recuperó su hogar y sus recuerdos, demostrando que mantenerse firme puede brindar la satisfacción de una victoria bien merecida.