Dos años después de la muerte de mi esposa, me volví a casar con Amelia con la esperanza de reconstruir mi familia. Pero cuando mi hija Sophie, de 5 años, me susurró: “Papá, la nueva mamá es diferente cuando tú no estás”, me quedé atónita.
Ruidos extraños provenientes de un ático cerrado y reglas estrictas desataron un misterio escalofriante. Amelia había sido un soplo de aire fresco y Sophie se encariñó con ella de inmediato, lo que parecía un milagro. Cuando me fui de viaje de negocios, todo parecía estar bien. Pero cuando regresé, Sophie se aferró a mí, llorando porque Amelia era “mala” y pasaba horas en el ático. Esa noche, seguí a Amelia y descubrí que el ático se había transformado en una hermosa habitación para niños para Sophie. Amelia explicó su comportamiento estricto como un intento de ser la madre perfecta, influenciada por las expectativas de su propia madre. Se disculpó y juntas construimos un vínculo con Sophie, quien perdonó a Amelia después de ver la nueva habitación.
Nuestro viaje para convertirnos en una familia no fue fácil, pero se sintió real. Al ver a Sophie y Amelia tomar el té en el ático, supe que todo iría bien. Aquí va otra historia: el millonario Víctor contrata a una mujer sin hogar para que cuide a su hijo enfermo. Ella parece perfecta, hasta que una noche, tarde, Víctor observa con horror cómo ella susurra algo amenazador junto a la cama de su hijo.