La vida perfecta de Anna se derrumbó cuando descubrió en el teléfono de su esposo una foto besando a otra mujer. Al confrontarlo, él admitió su infidelidad sin remordimientos. La discusión terminó con Anna cayendo por las escaleras, despertando en el hospital paralizada. Días después, su esposo le entregó los papeles del divorcio y la abandonó con su hijo Jake. Hundida en la depresión, fue su hijo quien la motivó a seguir adelante. Juntos, construyeron un exitoso negocio en línea, recuperando su estabilidad y felicidad. Dos años después, David, arruinado y solo, apareció suplicando perdón. Anna, llena de fuerza, se levantó de su silla de ruedas y le ordenó que se marchara. Con Jake a su lado, supo que no lo necesitaban.