Después de un agotador viaje de negocios a Tokio, Sarah esperaba ver a su marido David en el aeropuerto. Sin embargo, él decidió ayudar a la esposa de un amigo en lugar de estar con ella. Furiosa y dolida, Sarah ideó un plan para darle una lección. Al llegar a casa, preparó una cena especial y la compartió con Mark, quien la había apoyado al llevarla del aeropuerto. Durante la comida, Sarah aprovechó para recordarle a David lo que se sentía ser ignorada. El mensaje fue claro: a veces, las prioridades deben estar en la relación de pareja. David, avergonzado, reconoció su error y prometió cambiar. En los meses siguientes, comenzó a demostrar con hechos que Sarah era su prioridad. Su relación se fortaleció, y aprendieron a equilibrar la ayuda a los demás con el tiempo juntos.