Sabía que mi suegra Linda no me caía bien, pero no imaginé que llegaría tan lejos. Cuando se ofreció a llevarse la ropa sucia mientras me recuperaba de una enfermedad, no sospechaba que tenía otros planes. Desde que me casé con David, Linda siempre tuvo algo negativo que decir, desde cómo cocinaba hasta cómo doblaba la ropa. Intenté mantener la distancia, pero no le gustó. Cuando me enfermé, vio una oportunidad. Linda se ofreció a “ayudar” y se llevó la ropa sucia. Dos días después, me acusó de no avisarle que la ropa estaba contagiosa y me exigió que pagara sus gastos médicos. David le dejó claro que la culpa era suya. Linda devolvió la ropa, pero estaba estropeada. Aunque me sentí molesta, no quise entrar en conflicto. David bromeó diciendo que, si su madre ofrecía hacer la colada, debía aceptar, pero si la mía lo hacía, debía correr. Al final, aprendí a decir no a las “ofertas” de ayuda de Linda.