Linette, al hacer sus compras, se encuentra con una niña que lleva una pulsera de plata que había enterrado con su hija Emily, quien había muerto cinco años antes. Conmocionada, descubre que la funeraria que preparó los restos de Emily había vendido objetos personales de los difuntos, incluida la pulsera. Después de investigar, Linette se contacta con el padre de la niña, Bob, quien era desconocido para ella. Bob, al enterarse de la historia, se ofrece a ayudarla legalmente, ya que es abogado. Juntos demandan a la funeraria y ganan el caso, logrando justicia para Emily. A medida que pasa el tiempo, Linette y Bob comienzan a acercarse, y ella se involucra más en la vida de Emma, la hija de Bob. Lo que comenzó como una tragedia se convierte en una nueva oportunidad para Linette, transformando la pulsera, antes símbolo de dolor, en un recordatorio de esperanza y una nueva familia.